Hoy es el último día del año, y para mí, una persona a la
que le gustan los compartimentos, es el día en el que hay que poner un cierre a
las cosas. Siempre me gustaron los finales, tristes o felices. Solo cuando
estoy empapada de ellos encuentro el verdadero sentido de lo vivido y puedo
disfrutar de todo lo sentido. Porque los finales, dan un brillo especial al
desarrollo de la historia, que de otro modo, se perdería en el cajón del olvido.
Y además, no puede haber un principio si antes no ha habido un final.
Desde que tengo uso de razón, he sido una persona ambiciosa.
Quizás si tuviera que definirme a mí misma con una palabra, sería ambición y
creedme, me he pasado muchos años intentando diferenciarla de envidia.
Pero lo cierto es que yo no deseo las cosas que provienen de
los demás, yo solo deseo aquello que proviene de mi misma. Y vivir de esta
manera, es muy difícil porque se basa en empujarte constantemente hacia el
límite. Lo cierto es que no sabría decir si ser ambiciosa me ha llevado a ser
mejor o peor persona. Porque ser ambiciosa me ha llevado a la nada.
Cuando uno es ambicioso, basa su vida en el deseo. El deseo
de crecer, de poseer, de dar, de ser reconocido. Basa su vida en aquello que
quiere alcanzar y nada de lo que hay presente es suficiente. Yo vivo en lejos de mi presente, mis sentimientos pertenecen a algo que aún no ha ocurrido y sin embargo
los vivo plenamente en este instante. Complicado, ¿verdad?
Siempre miro hacia delante, hacia lo que queda por venir, lo
que hay por conseguir hasta que de repente, un día, miré hacia atrás y… no
había nada.
No había nada sobre mi ayer porque nunca me tomé el
suficiente tiempo para construir aquella escalera sobre la que asentar mis
pasos, nunca me tomé el tiempo para construir el palacio interior en el que me
recogería cuando la ambición rompiese mi corazón una vez más. Nunca me tomé el
tiempo suficiente para amarme a mí misma tal y como soy en el instante.
Soy alguien que va de paso en mi propia historia ya que
nunca me quedaré quieta, siempre intentaré alcanzar algo más, algo que no me
pertenece, rechazando lo que ya tengo por conseguir algo “mejor”. Y ahora,
cuando vuelvo la vista me encuentro un camino marcado por los éxitos y los fracasos
pero un camino completamente vacío porque yo no camino sobre él. Camino sobre
el futuro, sobre mis deseos, y eso muchas veces me lleva a hacer cosas que no
me producen ninguna satisfacción y que sin embargo, debo hacer para ser más.
Para encajar en mi idea de perfección y superación personal, la cual, se aleja de mí sin piedad y nunca me permitirá
atraparla.
En ocasiones, me siento como un pájaro. Un pájaro que
abandona su hogar y vuela sin descanso tratando de alcanzar el sol. Y aún así,
un pájaro atado a la tierra por las cadenas de su propia ambición.
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